Ladies and gentlemen...
Empieza la función.
Se cubre con su máscara habitual, sonrisa brillante, ingenio afilado, repuesta para todo.
Representa bien su papel: chica moderna, ágil en las conversaciones, no conoce la palabra vergüenza.
Interactúa con el resto de personajes. Habla, ríe, besa, llora, grita, corre, toca, come, va, siente, viene, ama, vuelve, odia y duerme.
Acaba la función.
Medita aún sin quitarse la máscara, no como ella misma, sino como "lo que es". Analiza situaciones, repasa lo ocurrido y sus consecuencias. Evalúa lo bueno y lo malo, valora cada paso que ha dado. Deja que esas cosas le afecten. Atrae el miedo hacia ella, lo palpa, lo asume.
Se quita la máscara.
Se para frente al espejo de sus ojos, ya libres de todo prejuicio, de todo pensamiento adquirido, de toda educación y cultura. Ahora es ella quien se ve a sí misma, desde fuera, desde la esencia. La máscara se ha llevado con ella todo lo accesorio, lo prescindible. Analiza de nuevo lo ocurrido durante el espectáculo, sin sorprenderse, sin alegrarse ni apenarse, sin avergonzarse, recriminarse ni enorgullecerse. Simplemente ve las cosas tal y como son, sin adjetivos añadidos, sin etiquetas ni juicios.
Se mira y sonríe ante esa ligera sensación de paz que le surge de dentro, esos límites de la auténtica felicidad, ese suave desapego hacia todo lo que la rodea.
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