Sombrerero - 09/2019




Estoy loco por ti, al parecer me convertiste en tu sombrerero, vi aquel un bolso lleno de los que dejé, esa fue mi manera de cuidar tu rostro del sol para cuando no pudieras refugiar tu mirada bajo mi mentón.

De alguna manera ese hilo rojo del que tanto hablan los adolescentes, comenzó como un fino filamento rojizo en nuestra pubertad y fue creciendo hasta convertirse en un frondoso, y tal vez irrompible, telar.

En el ayer, y especialmente en el ahora, cada vez que dos ideas surgen en mi mente, en medio aparecen tus ojos que flotan y danzan azules entre ellas, no hay dos pensamientos hilados sin que estén  pintados de colores.

Desde el día en que nos elegimos no volví a pensar en nada que me alejara de ti. Una especie de alocada sinapsis, o tal vez un desorden químico en el seno de mi memoria mas prístina y emotiva me guían a ti, me impiden ir muy lejos sin asegurarme de que te llevo conmigo.

Haces que me pierda en tu mirada, en tus palabras y sobre todas las cosas, me pierdo en tu hociquito de pato cuando duermes. En el momento en que me encuentro ansioso y mi corazón busca desesperado la salida mas próxima para escapar por mi boca mientras te miro, es a ti a quien busco porque tu sonrisa me trae la calma, y tu felicidad es lo que me hace feliz, eres la ironía hecha mujer, eres la paz y la guerra de mi vida.

En cuanto a mi corazón, ahí estas muy presente, viva, oscilante, cercana. Tengo una deliciosa sensación de ti allí. Te agarro, dejo caer mis manos por tu cintura como si fuera un tobogan que me desciende a tus nalgas, te beso, te acaricio, busco hacer nuevos senderos de salivas en esa piel nueva, con las uñas dibujo mapas en tu espalda, y de pronto esa ebullición se congela junto al tiempo mientras te beso y en un abrazo nos fundimos por un instante.

Y te busco y me buscas, y estoy y estamos.

Oh, mi amada Beba, veo tu imagen en el chat, está frente a mí y te hablo como si estuvieras acá. Te veo, como te vi ayer, hermosa, escalofriantemente hermosa.

Ayer, durante toda la tarde, me dije a mí mismo: '¡Es mía!'. Ah, ¡los ángeles no están tan felices en el paraíso como yo lo estaba ayer!"

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