A la Bruja Verde que no se salvó




Qué puedo hacer para no necesitar tu presencia en los días de mi vida, qué debo hacer para impregnar tu sabor en mi labios y no tener que atormentarte volviendo por una gota nueva de tu dulce saliva. Cómo hacer para dosificar tu aroma en el oxígeno que nutre mis pulmones. 

En cada intersticio, de cada espacio, de cada lugar existe algo que evoca tu recuerdo y abre los caminos del cielo como un paisaje lejano al que no puedo llegar sin antes haberme convertido en El Hombre, donde por instantes quedo catatónico imaginando que en ese cielo lejano vuelo contigo, Mujer que vuelas. 

El hogar donde habito ha vuelto a ser algo familiar, grato y conocido, y a pesar de todo, el único lugar que concibo mi verdadero hogar es tu pecho abierto y desnudo que me ofrece su alma impoluta y sanadora. 

Mis manos, las que siempre han sido tibias, están solas y desacostumbradamente frías ahora que las tuyas no las abrigan, y mi pecho de fuego se siente helado cuando la dentadura carnicera de tu sonrisa endiablada no dibuja aureolas rosáceas después del recorrido pectoral de libidinosas dentelladas, y mi espalda, ¡Ay, mi espalda! se encuentra perdida ahora que las saetas de tus dedos no escriben con promesas de cicatriz sobre ella la cartografía de los ríos salados que vamos dejando en las sabanas ajenas. 

Tu aroma es el regocijo de mis pulmones, tu sabor el apogeo de mi paladar, tus besos por la mañana mi desayuno de fruta y pan, y tu húmeda entrepierna un paraíso de sal, 

Me encuentro desconsolado, solo y perdido como un niño que se extravía en el parque, pensando que apenas hace pocos días y pocas noches vivíamos un sueño de amor tan poderoso e invulnerable que logro invertir la realidad, y burló las doradas murallas areniscas de Morfeo, ornamentando el espacio onírico con la tangibilidad de la vida adulta y real. 

Es difícil amar tanto y no poder poseerte a cada segundo de cada minuto de cada hora; he llegado a la conclusión de que la causa es que cada instante que estuve contigo reescribiste todo lo que había aprendido y como la mejor Maestra eliminaste malos hábitos diseñando el tabique para construir un hombre mejor. Contigo todo fue nuevo, todo fue anuncio de felicidad, llegando incluso a replantear la idea de que un alma gemela, aquella que muchos no encuentran jamás impidiéndoles encontrar la eterna felicidad; aquella alma gemela que rehuí y que me hizo profesar teorías de que aquello no existe pues no estamos hechos de mitades, yo la tengo contigo. 

No sé cómo adelantarme a los días, ni desarrollar un plan que haga más llevadera la espera, sin embargo, si de algo estoy seguro, como si desde ahora nuestra vida fuese una liturgia, solo una palabra tuya basta para sanarme, ergo, eso te convierte en mi Diosa y por consiguiente me despoja de todo agnosticismo, blasfemia, herejía o cualquier desvarío ateísta que haya defendido. 

Ahora solo quiero ser arrullado por ese tono de voz que tienes cuando te pones seria y parece que en vez de regañarme me estuvieras declamando poesía; quiero ver esa mirada que me regalas sin decir nada, logrando domesticar mi arrogancia, y provocando en mi mirada timidez y nerviosismo; quiero sentir mis pies enredándose en los tuyos durante la noche y sentir tu áspero dedo gordo jugando en mi talón; quiero sentir tus uñas rasguñando mi espalda y rogar porque dejen cicatrices que me hagan llevarte siempre conmigo; quiero dormir y darme vuelta para ensamblar pecho, abdomen, piernas y cadera, en tu espalda, muslos, pies y nalgas como si nuestras anatomías hubieran sido hechas para calzar perfectamente; quiero besar tu carita cada día y ver lo hermosa que te vez cuando haces el vano esfuerzo de ponerte la ropa poco duradera; quiero subir la escalera y ver tu bello, firme y redondo trasero subiendo delante de mí; quiero darte una nalgada antes de abrir la puerta; quiero ser violento y tirarte contra la cama y como asesino perfecto hacerte el amor en el preciso segundo antes de que te mojes sabiendo que al segundo siguiente te convertirás en océano; quiero forjar nuestra patria, nuestro país, nuestro pueblo y nuestra familia muriendo dentro de ti; quiero despertar de madrugada y pasar horas viendo como duermes; quiero llevarte el austero desayuno a la cama; quiero hacer que rías cuando bailo; quiero que nuestra historia no termine nunca y encontrar nuevas razones para amarte cada día... Quiero que estemos cerca, y no tengamos que separarnos jamás. 

Por ahora todas las penas valen la pena, porque después de todo, y contra todo pronóstico, vaticinio, orden de arcanos, malos deseos, conspiraciones, aprehensiones, negativas, racionalismos y sofismos, al fin, después de tanto camino hecho al andar, y con los pies cansados y el corazón zurcido y remendado hemos encontramos el verdadero amor. 



Comentarios

Entradas populares de este blog

Compañera

Hacer el amor

Marejada - 22 de octubre de 2018