CIERRO LOS OJOS Y ESTAS
Cierro
los ojos y estas, eres tú.
Cierro
los ojos y el perfume que quiero, el que elijes,
lo dispensa tu pecho sobre mi
pecho,
y en el lugar desocupado se hace presente una Mujer.
Una
mujer que me ama,
que se muere de ganas de que la apreté entre mis brazos,
que
desliza caricias por la piel, seda en celo.
Los
rezongos de su voz confunden las palabras, las envuelven, las liberan,
¿Es
tu voz, es tu rezongo? …
Me
obligo a no pensarte para cerrar la caja del deseo
que deja volar un millón de
mariposas en el cielo oscuro de la distancia
y con cada una se lleva trocitos
de mi descanso.
¿Tú,
qué andarás haciendo?
¿Por
qué lugar caminarán tus ojos?
Qué
importa todo cuando cierro los ojos y estás,
qué importa incluso si no estás de
veras,
si cuando cierro los ojos son tus labios que se apoyan en mis labios,
suavemente.
Los labios que se entibian, que se mojan,
que entran en ebullición,
la boca que abre su crisálida y se convierte en mariposa,
hambrienta lepidóptera
carnívora,
rocío de saliva,
leves filos de dientes con la sabiduría de no
lastimar…
Tu
boca, mi boca. Las bocas sedientas, las bocas dadivosas,
las bocas apuradas que
se pronto se hacen lentas,
se detienen,
esperan el encuentro,
se acomodan al
ritmo del sístole y el diástole…
Los
besos, los besos en la boca,
de esas bocas que se fueron acercando
kilómetro a kilómetro,
día a día, hora a hora, segundo a segundo…
hasta que detuvieron los segundos,
las horas, los días y los kilómetros en el chasquido de un beso.
¿Qué,
solo fuiste un invento de mis ojos cerrados?
¿Mi
invento?
Ya
no importa si fuiste, si eres, si serás… total,
cierro
los ojos, y estás.
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